A 45 años de la Última Dictadura Cívico-militar en Argentina

Un nuevo 24 de marzo nos convoca a conmemorar el Día de la Memoria, Verdad y Justicia. Lejos estamos aún de conseguir las últimas dos, pero el ejercicio de la memoria colectiva continúa siendo vital para que el “Nunca Más” sea una realidad de todos los días.

Un día como hoy, pero de 1976, se escribió un nuevo capítulo en la historia argentina. Tal vez, uno de los más sangrientos y complejos, cuyas consecuencias aún persisten en nuestra realidad nacional. Ese 24 de marzo, María Estela Martínez, también conocida como Isabel Perón, era obligada a renunciar a su cargo como presidenta de la Nación, bajo órdenes de la Junta Militar.

Comenzaba así, el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, que no era más que un eufemismo para referirse a las barbaridades que la Junta Militar y sus adeptos iban a realizar, a través de un organizado plan sistemático de desaparición de personas.

Siete años fue el tiempo que duró la última dictadura, destruyendo los sueños, ideales y proyectos de una generación entera. Nada más y nada menos que 30.000 personas desaparecidas es la cifra que nos dejó ese terrible proceso.

Y pese a las frías palabras del dictador Jorge Rafael Videla acerca de qué es un desaparecido y su falta de respuestas, las madres y abuelas de estas personas no se quedarían de brazos cruzados. No se podían realizar reuniones ni agrupaciones, pero a ellas nada las iba a detener o atemorizar. La lucha incansable por la búsqueda de justicia, apenas estaba comenzando. Pronto, el país y el mundo las conocerían como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Llegaba 1983, con una guerra perdida a cuestas y el poder de la Junta Militar debilitado en todo el país. La salida democrática era la única respuesta posible, y el pueblo lo hizo notar. Pero pese a la llegada de Alfonsín, y los grandes esfuerzos que se hicieron desde entonces por intentar reparar el intenso daño social y económico, en pleno 2021 aún queda mucho por hacer.

La búsqueda de los desaparecidos continua, al igual que la práctica de la concientización y la memoria. Porque a 45 años, todavía quedan vestigios implantados en el imaginario social de aquellas terribles concepciones que rondaban por aquél entonces. Cada vez que se dice “algo habrán hecho” , hablar en términos de “guerra sucia”, o poner en duda las cifras reconocidas por organizaciones a nivel internacional, se hace más urgente reivindicar cada 24 de marzo. Porque es una fecha que no se puede ni perdonar, ni olvidar. Porque la Memoria, la Verdad y la Justicia no pueden estar sujetos a debate o a una mera opinión personal. Si queremos que sean una realidad, tenemos que consensuar todos, para que el “Nunca Más” no sean simples palabras al aire, si no, que nos interpelen todos los días.

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