Lo que más esperamos del domingo de Pascuas es el momento de comer chocolate y compartir con la familia. Pero pocos saben el detrás del por qué mantenemos esta costumbre tan extendida en Latinoamérica, Europa y Norteamérica.
El verdadero origen de los huevos de chocolate en Pascuas tiene su raíz en la religión católica. El Domingo de Pascua es parte del Triduo Pascual y el que marca el fin de la Semana Santa.
En la antigüedad, la Iglesia Católica imponía grandes restricciones al consumo de alimentos. No era sólo la carne, si no además los huevos y los lácteos. Esta prohibición fue la que fundó la costumbre de regalar huevos el Domingo de Pascua, día en que dejaba de regir esa restricción. Por otro lado, el huevo para varias culturas, simboliza la vida y la fertilidad, lo cual se relaciona con la nueva vida o la resurrección de Jesús.
En el siglo XII, fue la misma Iglesia la que adoptó la costumbre de regalar huevos como símbolo de resurrección a la salida de la misa de Pascua.
Mientras en otros países, persiste la costumbre de regalar huevos de origen animal decorados o pintados, en otros países como Argentina se reemplazó por chocolate. De hecho, el Domingo Santo es uno de los días donde más se consume chocolate en nuestro país.
En otros países de Latinoamérica, la celebración de Pascuas no tiene tanto que ver con huevos o chocolate, sino más en el aspecto religioso, como en Colombia, Venezuela, Brasil, Perú o México.
Por último, acerca de la figura del Conejo de Pascua, existen varias creencias sobre su origen. Una de las leyendas ligadas al cristianismo es la creencia de que en la tumba donde Jesús resucitó había un conejo. Al ver a Jesús, este conejo salió a contar la noticia, pero como no podía hablar, llevó un huevo para simbolizar la resurrección.
Durante el siglo XIX en Europa, se alimentó el mito del Conejo de Pascuas, no tanto relacionado a lo religioso, sino para la imaginación e ilusión de los niños, de igual forma que Papá Noel o el “Hada de los Dientes”.
