El asado ¿Gula o permitido placer?

Es triste reconocerlo, pero el asado no es argentino. Se cree que el hombre conoció el fuego unos 500.000 años antes de Cristo y, aunque no hay datos que lo confirmen, seguramente unos días después del espectacular descubrimiento algún homínido “proto-argento” habrá tirado un animal sobre las brasas. Allí surgió el primer asado de la historia, aunque todavía sin aplausos para el asador.

Nutricionalmente, una de las preparaciones con peor fama. Hazte la fama y…  aumenta el colesterol, los triglicéridos, la presión, etc.  Y no es porque sí, es que usamos carnes muy grasas, abusamos de los embutidos y achuras y tenemos un ritual excesivamente calórico alrededor del asadito.

Ahora, ¿Qué pasa si en lugar de excluir el asado, modificamos su composición? ¿A quién no le gustaría comerse un asado por semana, sin dejar de cuidar su buena alimentación?

Las claves son:

  • Reducir las picadas previas al asado
  • Elegir cortes magros (con menos grasa): el corte americano de vaca o cerdo, la picaña o tapa de cuadril (¡Un verdadero manjar!).
  • Colocar poca cantidad de embutidos (chorizo, salchicha parrillera, morcilla).
  • Evitar las gaseosas con azúcar.
  • Moderar el consumo de bebidas alcohólicas.

Y para rematar, ¡Unos brochets asados y unas verduras a la parrilla no saben nada mal!

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