Personal policial tuvo que acercarse a la calle Alsina al 1600, pasadas las 00:00 del sábado, por denuncias de vecinos que escuchaban ruidos y música. Tuvieron que ir en dos oportunidades diferentes en la misma noche, por la misma causa. Sin embargo, en la segunda vuelta, no esperaban encontrar a casi unos 50 jóvenes en el interior, con pocos cuidados de distanciamiento. La fiesta clandestina fue en Esquel.
Pasadas las 00:00 del sábado, personal de la Policía fueron alertados por los vecinos que se quejaban de ruidos y música a volumen bastante elevado, que provenían de una casa ubicada en Alsina al 1600.
Cuando llegaron al lugar, pudieron hablar con un chico de 18 años quien dijo estar a cargo de la casa, ya que su mamá estaba de viaje con rumbo hacia José de San Martín. Al ingresar al lugar, vieron allí a un grupo de seis jóvenes, a quienes les ordenaron que se retiren del lugar inmediatamente.
Parecía que todo había finalizado ahí, pero cerca de las 02:40 de la mañana, un nuevo llamado de vecinos obligó a que la policía se acerque una vez más, al mismo domicilio. Sin embargo, el escenario era el doble de escandaloso, con aún más gente que la vez anterior, quienes corrieron rápidamente al interior del patio a intentar disimular la fiesta clandestina.
Cuando la policía, con las sirenas encendidas, volvieron a exigirles a los jóvenes que se retiren una vez más, esta vez salieron de a grupitos. Y llegaron a contar a casi 50 personas, varios hombres y mujeres, con bebidas y botellas de plástico cortadas, presuntamente todas bebidas alcohólicas, al juzgar por el estado de ebriedad de algunos presentes.
Para evitar que la cosa sea peor, directamente fueron dispersando a los grupitos hacia las calles Urquiza y Almirante Brown.
Finalmente, el dueño de la casa se volvió a presentar y confesó que había hecho la fiesta para él y apenas un par de amigos, pero no pensó en las dimensiones que tomaría el festejo.