DOOM – Arrancarte las tripas

Toma la escopeta, pegarle unos tiros a los demonios. Progresa encontrando llaves y explorando. Llega al final del nivel como sea.

Una fórmula tan fácil, pero que allá por 2013 el renovado id Software parecía haber olvidado. Habían estado años intentando un reset a su propiedad más importante, el padre del género shooter. Tras la tibia recepción a RAGE, la ausencia de sus desarrolladores originales y los constantes retrasos, por fin tenían un concepto en camino, que podría ser realizado y finalizado.
Y este tampoco terminó convenciéndolos, ya que era otro shooter militar moderno típico con una remota sensación de pertenecer a un linaje legendario.
En un momento de humildad, se dio un alto y se regresó al tablero.
Tenían dos años para arreglar el proyecto, y se sentaron a revisarlo desde la base. La pregunta fundamental – ¿Cuando una persona piensa en los clásicos DOOM, que imagina?

Toma la escopeta, pegarle unos tiros a los demonios. Progresa encontrando llaves y explorando. Llega al final del nivel como sea.

DOOM comienza con el protagonista despertando en las bases en Marte de la UAC, donde el caos reina tras una invasión demoníaca. Olivia, una alta rango que ha traicionado a la humanidad por poder, pone en jaque a las instalaciones abriendo un portal hacia el Infierno, donde la UAC extrae “argent” del inframundo para hacer energía renovable. Esta catarata desastrosa de eventos apenas puesta bajo control por Samuel Hayden, el director de la UAC, parece importarle nada y poco al protagonista. 

La trama no es mala, sorpresivamente es bastante decente, pero id Software sabía que la mejor actitud era dejarla al costado. El enfoque es el combate, y es un combate extraordinario.

El arsenal es variado, con cada arma funcionando en el tablero de forma única, permitiendo variar cada enfrentamiento con dos modos de fuego alternos y diferentes ejecuciones para acabar con enemigos a punto de morir. Estas animaciones pre-hechas, llamadas “glory kills” otorgan rápidamente vida, con una realizada con la motosierra otorgando munición.

Esta dinámica simple mantiene el enfoque en enfrentar a toda costa, agresivamente ir cara a cara para sobrevivir y mantener la presión. Todas las armas clásicas, desde las escopetas a el rifle plasma y el lanzacohetes retornan, algunas algo rediseñadas, pero cumpliendo la misma función de aplastar a su manera todo a su paso. La mítica BFG 9000, que aniquila todo a su paso, funciona más como un botón de pánico limitado, así que es lo mismo que su encarnación original.

Una mezcla de runas que otorgan bonuses (como armadura extra o mayor velocidad de ejecuciones) se pueden desbloquear con pequeños retos, permitiendo modificar un poco el modo de juego. Finalmente, encontrar secretos o completar desafíos otorgan puntos para mejorar las armas un poco más.

Todos estos combates transcurren en una variada y energética campaña, que de principio a fin es una total fantasía de poder sin el más mínimo remordimiento.

El toque legendario es la banda sonora rock industrial de Mick Gordon, dinámicamente aplastando los parlantes para subir la adrenalina en combate, y ambientando someramente los pocos momentos de calma.

Un editor de niveles algo limitado y un multijugador abandonado deja mucho que desear fuera de la campaña, con quizá el modo arcade siendo el mejor contenido extra. No ayuda a que se le olvide el hecho que su secuela, Eternal, ha desarrollado aún más el combate a tal punto que es un fino arte.

Pero este DOOM, el que decidió que se puede divertirse un poco y regresar a lo básico, es un auténtico videojuego, que lo único que busca es la acción frenética, y a casi ocho años de su lanzamiento, es de lo mejor de la década.

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