Know By Heart – Una memoria

Experiencia sobre la pérdida en un paisaje perdido de Europa del este.

Un chiste en los círculos académicos es que si se le dedica atención, los que estudian literatura rusa aparecen en el diario cada tanto por una riña en el bar. Aportando una visión más humilde y frágil, diversos autores crean un estereotipo de gente muy reconocible.

Todos esos que se conforman con los pocos amigos, viviendo en una sociedad cruda, sin tratar de pelear el destino demasiado. Una sencillez nacida de apreciar lo que hay.

Saliendo de esta rama está Ice Pick Lodge. Un estudio ruso amado y odiado por Pathologic, una serie de supervivencia en la peste adornada con dialogos. La saga ha tenido un seguimiento leal, permitiendo no solo una secuela, sino algunos proyectos alternos, como Know By Heart.
Este juego de cinco horas no busca ser desafiante o abrumador, sino contar una historia de forma emocional y accesible.

Situada en un pueblucho medio de Rusia, cuenta la historia del reencuentro de amigos, moldeado por una extraño virus que borra la memoria. Esta tragedia se desarrolla en medio del encuentro, y termina con el grupo desesperado por una solución. 
En una mezcla de interacciones, amoblamiento de fotos y desbloqueando recuerdos, se crea la historia de estos personajes, en angustia por los eventos que transcurren.

El estilo de juego más cercano serán títulos como Heavy Rain, moldeado como un libro interactivo. Se camina por el pueblo, interactúa con contextos, y se resuelven pequeños rompecabezas para formar recuerdos. En algunos puntos hasta se puede enfocar solo en lo que el protagonista está pensando en ese momento.

Hay unos pocos minijuegos orientados a la trama, pero son más para dar un poco de variedad. El título nunca saca el foco a estos amigos y las penas que les trae la situación actual.

Debido a la temática, el estilo visual ayuda a elevar el concepto de las memorias y personas. Todos los modelos carecen de caras, y las memorias se recuerdan reconstruyendo los eventos de forma manual. Desde caminar un poco para recordar unos barquitos de papel, a recrear una foto de la infancia.

Notablemente, el guión es muy humilde y sincero, estas personas son notablemente realistas, con sus gruñidos y fallos personales. En parte, los hace algo poco carismáticos pero también se sienten como individuos comunes.

Añadiendo un poco de sabor a la experiencia está la banda sonora de Nikolay Kashevnik, un último toque para reforzar las emociones. Compuesta de solo piano neoclásico, es un permanente elemento durante toda la jornada.

Pero aparte de eso, es muy poco lo que hay. Como se dijo, es un libro interactivo, una novela corta con una trama intrigante e íntima. Accesible pero con suficiente madurez, que deja un poco para pensar tras finalizar.

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