STRAFE – Chatarra por Oro

Un redimido bajón en Kickstarter vorazmente devorando PC’s.

STRAFE tenía la oportunidad perfecta. Un exitoso crowdfunding que prometía un shooter intenso, ultraviolento y a una velocidad incesante, con una clara inspiración en la actitud de la vieja escuela y un poco de humor referencial. En esos años el mercado indie empezaba a poner en la mesa la aspiración de FPS rápidos, simples y moldeados como los clásicos de los noventa.
Nada de coberturas, vida regenerativa y terroristas, muévete a toda velocidad, una dificultad enorme y todo tipo de bichos. Desde Rise of the Triad a Serious Sam, o de Shadow Warrior a Dusk, la cosa venía prometedora.

Pero STRAFE pago alto el precio de ser solo “decente”. Su diseño roguelike inspiró rechazo, y sus cuestionables decisiones jugables crearon disgusto. Diferentes errores y bugs con los mapas al azar empeoraron todo.

Decenas de parches y actualizaciones después, Strafe se sienta en una edición Gold, con muchísimas mejoras al balance y diseño, veinte modificadores desbloqueables y hasta un modo fácil para aprender sus técnicas.
Pero todo esto, ¿Hace todo este empeño una diferencia real?

En STRAFE, se comienza en una nave afuera de las instalaciones de una megaminería. Se elige un arma inicial, y se aventura en una serie de niveles con escalada dificultad. Gran parte del tiempo la historia que hay se cuenta con el escenario, pasando por las fábricas de procesamiento a unos laboratorios escondidos en la profundidad. 

Aquí la regla del juego es moverse, moverse y exterminar todo en el paso.
Diversas bonificaciones se pueden encontrar que aumentan desde el daño a velocidad de disparo base del arma principal, y recursos como dinero a chatarra cae de los enemigos para comprar armadura o cambiar por dinero. Este puede usarse en tiendas para mejoras que van desde vida regenerativa a resistencia a los elementos. Tambien hay mejoras al arma principal que cambian el funcionamiento de base, por lo que pasamos de tener una escopeta normal a un lanza granadas, dando mas formas de completar la camaña.

Diferentes armas secundarias se pueden encontrar al azar por el camino, aumentando el reparto de a poco, pero su munición es limitada para alentar usarlas lo más posible.

Algunos secretos en el entorno también ofrecen más munición o armadura para recompensar explorar los niveles generados automáticamente. 

Como todo buen roguelike, morir reinicia el intento, pero diferentes zonas y objetivos en cada corrida (como buscar llaves o activar generadores) y desbloqueables ofrecen más rejugabilidad. Esto incluye un teletransportador que se puede armar en cada zona, o una variedad de modificadores. Todos tienen lanzacohetes, gravedad de luna, enemigos chicos o cámara lenta, todos ofrecen algo ridículo para la siguiente ronda.

También se incluye un modo horda y speedrun, alentando mejorar las habilidades de manejo de las armas y el movimiento.

Lo más notable de STRAFE son esos pequeños toques de cariño que se sienten en su diseño, como la sangre dinámica que apaga fuegos o saca ácido, o pequeños homenajes a otros juegos en el entorno. Gran parte de este carisma viene de la fenomenal banda sonora de ToyTree, que mantiene su intensidad y frescura por horas seguidas.

A pesar de la mala jugada que le hizo un pobre lanzamiento, hoy STRAFE está en una cómoda posición. Ha recibido mucho cariño de sus desarrolladores, hoy está haciendo otras cosas, y se encuentra en un estado superior al de el infame lanzamiento.
Si nunca escuchaste de esta extraña combinación entre roguelike y shooter, ahora está siempre en ofertas bajísimas. Y si el lanzamiento decepcionó, pues, ¿por qué no darle otra oportunidad?

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