Stray  – Botón para maullar (22/7)

Una épica aventura en un mundo devastado, protagonizado por un simple gato

Los gatos son los auténticos dueños de la web.
Desde los inicios de la internet abierta, la discusión y veneración a los felinos es un eslabón incuestionable. No es sorpresa que cuando Annapurna Interactive anunció Stray en State of Play, la reacción fue un unánime “si”.

La gran pregunta es si hay sustancia fuera de la ternura, y esa respuesta es si, lo es por mucho.

Stray abre con un gatito que se separa de su familia, abandonado en un mundo post-apocalíptico y degradado. Sus únicos habitantes son unos robots que han aprendido a imitar a los humanos, y pequeños bichos sensibles a la luz. Su único compañero es un pequeño dron que interpreta a los mencionados androides para permitir conversar. 

Este le guiará por diversos escenarios que mezclan diseño semi-abierto e historia lineal, con diversas distracciones para mirar y personajes excéntricos para interactuar.

La jugabilidad se basa, principalmente, en ser un gato, botón de maullo incluido. Se puede saltar de formas predeterminadas por el escenario, recolectar objetos para simples rompecabezas o entregarlos a los robots para completar objetivos. Las formas de interactuar por el escenario son notablemente escasas, dejando al protagonista más como un espectador en la gran mayoría de las escenas.

Muchos de los rompecabezas involucran buscar objetos por el entorno o eludir los pocos enemigos hostiles, pero la gran mayoría del tiempo el enfoque es moverse en plataformas y exploración. En muy pocos momentos el gato realmente está en peligro, y el ritmo suave permite mantener un balance para que sus mejores momentos logren resaltar.

Algunos de los desafíos se pueden estancar, requiriendo atención al explorar. Los opcionales son quizá los más difíciles, con unas pequeñas pistas para tener en cuenta al mirar alrededor de los suburbios. El juego igual es mucho más relajado con los rompecabezas que avanzan la historia, sabiamente haciéndolos parte de su progresión y no un estanque.

Hay dos áreas principales conectadas por secciones lineares que progresan la historia, pero tristemente dicha historia es algo pobre. El enfoque se pierde y muchos de los personajes son algo carentes de desarrollo, con muchos siendo olvidados tras diez minutos. Es una pena considerando el empeño que tiene el mundo de Stray, ya que visualmente se roba la atención.

Tanto la paleta de colores, como el diseño de los entornos y la variedad de robots, el cariño y empeño en la presentación se sienten en cada rincón. Y no olvidemos el gato, siempre adorable, con extraordinaria animación y siempre en el foco de la pantalla.

Realmente hay pocas razones para no recomendar Stray. La duración de cinco horas y su variedad hace que no aburra, su personaje es entrañable, y su mundo es hermoso pese a la desolación.

Quizá los que buscaban algo más abierto se renieguen a la historia lineal, pero probablemente habría sido algo más frustrante que placentero. Será un simulador de gato, pero es uno que lo usa como punto inicial para llevar su aventura adelante y probablemente conquiste hasta el mas cínico.

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