Experimento de terror en las profundidades de un océano.
A pesar de los avances en la exploración espacial, aún queda mucho terreno sin descubrir en el propio planeta. En las profundidades del océano, rondan todo tipo de extraños seres que sobreviven a la durísima presión. Es una zona hostil, oprimente y oscura.
Los peligros no han desanimado a algunos valientes a explorarlo para descubrir más de el ecosistema, pero aun mucho es un misterio. E inclusive si están las agallas, películas como Das Boot recuerdan lo aterrador y claustrofóbico que es un submarino.
David Szymanski, desarrollador de DUSK, parece entender que el mayor terror es no poder ver, especialmente al estar a merced de la naturaleza.
Este dio los primeros pasos en su anterior juego, con enemigos invisibles hasta que son heridos con disparos.
Pero en Iron Lung, un pequeño experimento de terror, lleva el concepto al extremo, y lo mezcla con el horror inherente del mar.
Se controla a un criminal desconocido, condenado a muerte por un crimen que no importa.
Este fue condenado a usar un pequeño submarino y explorar un mar de sangre, en lo que es una muerte casi segura.
Con unos simples controles, se explora el fondo del océano y fotografía lugares de interés. El desafío es llegar a ellos sin morir. Si consigue obtener todas las fotos, se le perdona la vida.
Es por eso que impresiona lo simple que es la jugabilidad en sí. Realmente son solo cinco botones en un pequeño espacio, uno para el ángulo y otro para avanzar y retroceder.
El chiste es que el mapa no es en tiempo real, por lo tanto es necesario ir con cuidado para no acabar chocando contra una pared, muriendo instantáneamente.
Cuando se llega a una zona marcada, hay que dejar el tablero e ir a otro botón, donde una fotografía de la zona se desarrolla. Si se acerca uno demasiado a una pared, el radar advertirá para orientar, solo provocando estrés a medida que se acaba el aire.
Será el concepto más simple pero eficaz, pero la presentación excede lo limitado que es, haciendo una auténtica joya de un juego relativamente sencillo. Los gráficos son claustrofóbicos y oprimentes, y el diseño de audio es magistral. Cada sonido es extraordinariamente escalofriante, y la poca música solo aumenta la tensión.
Irónicamente se exalta toda esta tensión constante por la simpleza de la jugabilidad. Es solo moverse y sacar fotos. Indudablemente, esto también significa que no hay mucho que decir de una mera experiencia que dura como mucho dos horas.
Por lo menos el precio es relativamente razonable, y son dos horas de puro terror.