Una cifra que lejos de ser sólo números, duele . Y duele muchísimo. El 2021 apenas está comenzando, y ya hay más mujeres muertas, que días. Repetimos: hay más mujeres muertas, que días.
El último caso que conmovió al país, es el de Úrsula Bahillo, una joven de sólo 19 años, que fue asesinada por su ex pareja, miembro de la policía bonaerense, Matías Martínez.
Según el Observatorio Lucía Pérez, en los 42 días que van del 2021, se registraron 44 femicidios y 36 intentos de asesinato por razones de género. Esto significa, según el informe, que desde el 1ro de enero, una mujer es asesinada cada 22 horas.
En el 31,8% de los casos, el femicida era la actual pareja de la víctima, mientras que en el 27,2% de los casos, se trataba de su ex pareja.
De las 44 mujeres asesinadas, 12 eran madres, lo que significa que 29 niños y niñas quedaron huérfanos.
La furia y la tristeza contenida, desembocaron en una marcha llevada a cabo ayer en Plaza de Mayo, por agrupaciones de familiares de víctimas de femicidios y sobrevivientes. Allí, exigieron por justicia, y porque el Estado “tome medidas concretas para parar la máquina de violencia”. Un reclamo firme y constante, que a veces pareciera no ser escuchado.
Además, leyeron los nombres de esas 44 víctimas, incluída Úrsula Bahillo, el caso de la joven de Rojas, Buenos Aires que aún nos deja paralizados.
Más datos que nos aterran:
Según el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre 2010 y 2020 al menos 48 mujeres fueron asesinadas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) por sus parejas o ex parejas policías, mientras que 17 de ellas eran funcionarias de seguridad.
En los últimos 20 años, casi 500 mujeres fueron asesinadas, torturadas o heridas en el marco de hechos que involucraron el uso de la fuerza por parte de funcionarios miembros de las fuerzas de seguridad.
A fines del 2020, 1 de cada 5 mujeres asesinadas en un contexto de violencia de género, son a su vez víctimas de violencia estatal, ya que en la mayoría de los casos, el femicida utilizó el arma reglamentaria, sin estar de servicio. ¿Casos aislados? ¿Dónde?
El caso de Úrsula Bahillo:
La joven de 19 años fue asesinada brutalmente por su ex pareja, perteneciente a la policía bonaerense, Matías Martínez, en un campo ubicado en el paraje rural Guido Spano, a kilómetros de la ciudad de Rojas, Buenos Aires.
18 denuncias fueron las que Úrsula realizó contra Martínez, para intentar salvarse, hacer lo que hay que hacer. Nadie la escuchó. Sólo sus amigas, estaban ahí para escuchar los llantos y los testimonios del horror que tuvo que pasar. Pero la ayuda de la misma policía, o los organismos encargados de velar por la vida de las mujeres víctimas de violencia de género, nunca llegó.
“Nunca creí estar denunciando a alguien por violencia de género. Quiero ser la última”, había expresado.
Es triste tener que decirlo, pero mientras las cosas sigan así, el deseo de Úrsula de ser la última no será posible. No mientras quienes son los encargados de defendernos de los violentos y abusadores, miran para otro lado o hacen oídos sordos, más aún si se trata de uno de los suyos. No mientras existan personas que minimizan nuestros reclamos, o nos ridiculizan a través de memes y comentarios en redes sociales. No, mientras los políticos sigan haciendo promesas, pero sólo quede en eso: una promesa.
No, mientras las actitudes violentas continúen siendo el “chistecito” interno de los grupos de varones. No, mientras ninguno de esos varones se atreva a levantarse, a romper el pacto de silencio, a decir “esto no está bueno”. No, mientras exista toda una cultura orquestada alrededor de la mujer como una cosa, un objeto que es de su propiedad, que tiene que quedarse quieta y sin hacer sonidos, porque eso es lo que hacen las cosas.
¿Cuántas Úrsulas más tienen que pedir ser la última? ¿Siquiera tienen que pedir la obviedad de querer seguir vivas y no ser asesinadas/ultrajadas/violadas?¿Cuántas más tienen que gritar “ni una menos”? ¿A cuántas mujeres más este 2021 que apenas comienza les va a arruinar los sueños?