A protester holds a sign with an image of George Floyd during protests Wednesday, May 27, 2020, in Minneapolis against the death of Floyd in Minneapolis police custody earlier in the week. (Christine T. Nguyen/Minnesota Public Radio via AP)

This is America

La brutalidad policial en Estados Unidos, no deja de helar la sangre. George Floyd era un hombre afroamericano de 40 años, que, aparentemente, intentó pagar en un supermercado con un billete falso de 20 dólares.

Sin embargo, lo espantoso del caso, es que uno de los policías lo redujo en el piso, aplastando su cuello con la rodilla. “No puedo respirar” fueron las últimas palabras que Floyd repetía sin parar.

El caso recuerda al de Eric Garner, en 2014, que también murió a manos de la policía, pronunciando las mismas palabras. Garner fue detenido bajo la sospecha de vender cigarrilos sueltos ilegalmente.

La muerte de Floyd, el lunes pasado, despertó la conmoción y la bronca de la gente en Minneapolis, y reavivó el debate sobre la crueldad policial hacia la gente de color o de minorías en los Estados Unidos. Las manifestaciones de la gente por este caso, terminaron con gases y balas de goma disparadas por la Policía Antidisturbios. Un desastre, tras otro.

El alcalde de Minneapolis, Jacob Frey, anunció el despido de los cuatro agentes de policía involucrados, incluído el que se arrodilló contra el cuello de Floyd. Sin embargo, la familia del hombre, espera más de la justicia, por lo que reclaman que esos policías reciban una condena por asesinato.

“Ser afroamericano en Estados Unidos no debería ser una condena a muerte” señalaba el alcalde.

Este caso, nos invita a condenar y a reflexionar, no sólo lo que ocurrió en Estados Unidos, sino también, nuestros propios casos de violencia policial contra personas, ya sea por su nacionalidad, color de piel, o estatus social.

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